Recientemente se ha difundido en prensa (1 y 2) la noticia de que el Ministerio de Cultura y Deporte, a través de la Dirección General de Bellas Artes, ha incoado expediente para reconocer al Belenismo como una muestra representativa de nuestro patrimonio cultural inmaterial. Este reconocimiento será efectivo cuando el Gobierno apruebe en Consejo de Ministros un Real Decreto confirmando la decisión.

El hecho de que el Belenismo es efectivamente parte de nuestro acervo cultural es algo que ningún belenista, ni ninguna persona aficionada al belenismo dudaba. Pero siempre es positivo comprobar que, al fin, la Administración Pública parece reconocer una realidad evidente: el belenismo no se limita a su (evidente) origen y sentido religioso, sino que aporta una dimensión cultural y se configura en un hecho sociológico trascendente.

Sirve como vehículo de transmisión del saber popular y la tradición, ayuda a la conservación de un arte y un oficio artesanal especializado y tiene un importante calado económico en numerosas regiones de nuestro país.

No debemos olvidar que este logro supone un paso más en el camino hacia el reconocimiento por parte de la UNESCO del Belenismo como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, y que están impulsando conjuntamente las principales federaciones y asociaciones belenistas de cinco países europeos: Italia, España, Alemania, Austria y Malta.